Argentina, aproximadamente 1990. La sala de una casa
vieja. Es un lugar cálido, con pocos elementos. Un ventanal; una lámpara
de pie, apagada, que dará una luz muy cálida cuando sea prendida; un
perchero, un sofá.
Es el final de la tarde de un día de invierno.
Sandra,
exiliada argentina de unos cuarenta años, llega a la casa de Dunia,
amiga de la infancia de la misma edad, después de más de diez años de ausencia.
Las dos
están vestidas informalmente, notándose por su forma de vestir que son dos profesionales
modernas y exitosas.
Sandra y
Dunia mantendrán siempre un estricto control de sus emociones: temen desbordarse.
Pueden alzar la voz pero no gritar reír con verdadera alegría pero no a
carcajada suelta: emocionarse hasta las lágrimas pero no llorar con desespero.
Nunca pierden la compostura.
Lo que ellas
temen manifestar con palabras lo expresan a través de la danza:
una danza moderna, y a la vez antigua, como sus conflictos.
ACTO UNICO
El escenario está en penumbras.
Dunia entra por el lateral derecho, emocionada, nerviosa. Se sienta, se
para,
va de un lado al otro. Está muy
contenta. Apenas puede contener la risa.
Por el lateral izquierdo hace su aparición Sandra. Está nerviosa y
emocionado, pero sus movimientos son lentos y controlados. Se
detiene al llegar al ventanal, que se ilumina tenuemente con una luz
cálida. Mira hacia el interior pero no ve a nadie: Dunia ha salido de escena en ese momento. Avanza
hacia el proscenio.
Dunia entra y no la ve. Va hacia el proscenio.
Hasta que se indique lo contrario, Sandra y Dunia actuarán como si
estuvieran
en un sueño. No se mirarán ni tocarán nunca. Cuando
hablan, es como si hablaran consigo mismas.
“Porque vas
a venir, mi casa vieja
inaugura una flor en cada reja.
Porque vas a
llegar, después de tanto,
se confunden en mí, risas y llantos.
Sé que vas a
venir, no lo dijiste,
pero vas a llegar, una mañana.
Hay un canto
en mi voz, ya no estoy triste,
y entra un rayo de sol por mi ventana.
Porque vas a
llegar, de un largo viaje,
es distinto el color, otro el paisaje.
Todo tiene
otra luz, tiene otro modo,
porque vas a llegar después de todo.
Porque vas a
venir, desde tan lejos,
hoy he vuelto a mirarme en el espejo.
Y cómo me
verán, me preguntaba,
los ojos de ese hoy que yo esperaba.
Porque vas a
venir, mi casa vieja,
inaugura una flor en cada reja.
Porque vas a
llegar, es que te espero
porque vos me querés y yo te quiero.
Porque vas a
llegar, es que te espero,
porque vos lo querés, y yo lo quiero.”
SANDRA (Como
si estuviera sola, sin reparar en Dunia)
Y entonces
pensé, ¿habrá cambiado mucho? ¿habré cambiado tanto?
DUNIA (En la
misma actitud de Sandra)
Yo esperaba
impaciente. Me miraba en los espejos y me preguntaba con qué mirada verías
a estas arrugas que tomaron mis ojos sin los tuyos. ¿Me reconocerías en
estas canas que no te conté?
SANDRA
La calle de
tu casa parecía la misma. El naranjo en la esquina del verdulero, las
baldosas aún rotas en el almacén de Don Giuseppe, la magnolia que nunca
quiso dar flor. Pero sobre todo el olor del naranjo que siempre anunciaba la
cercanía de tu casa. Todo parecía igual.
DUNIA
Tu voz en el
teléfono, alegre y burlona, otra vez acá y no allá, la misma voz de siempre y
te lo juro, tuve ganas de comerme el auricular para comerme tu voz
para que nunca más te fueras.
SANDRA (Le
da la espalda)
Lo confieso:
tuve miedo. El timbre estaba ahí, chiquitito y lustroso. Parece un pezón, pensé,
un pezón que invita al erotismo, pero no, ese timbre-pezoncito me invitaba
al pasado y yo decía: lo toco, no lo toco. Alargaba un dedo y lo
acariciaba lentamente, sin presionarlo, no vaya a ser que se excite y
suene. Mi dedo te recobraba en mi memoria.
DUNIA (Le
da la espalda)
Yo te miraba
a través del ojo de la puerta, ¿a cuál de las dos veía? Los años pasaban por
el ojo de vidrio, no me dejaban verte.
SANDRA (Avanza
lentamente de espaldas hacia Dunia)
Mi dedo
seguía en el timbre. Una puerta tosía débilmente y yo la escuchaba. El
pezoncito que gime no iba a tener que ser tocado. Traspasé el umbral y
apoyé mi pecho, mi cuerpo todo, sobre la puerta.
DUNIA (Avanza
lentamente de espaldas hacia Sandra)
Yo te vi y
pegué mi cuerpo en el exacto lugar en donde vos habías puesto el tuyo. Una
puerta nos separaba y una puerta nos unía. Yo me estaba ahogando y pensé: no
hay orilla cerca ni bañero en la cercanía.
SANDRA
Tu
respiración en mi oreja me asfixiaba, no me dejaba pensar.
Yo
enloquecía, yo desvanecía.
DUNIA
El aire de
tu boca me daba calor y yo me iba llenando de dulzuras viejas.
El aire de tu boca me quemaba, yo era un bonzo.
SANDRA (Se para muy cerca de la espalda de Dunia,
sin tocarla)
Tus dedos
rasguñando la madera, rasguñando y gimiendo como una gata vagabunda a punto de
parir recuerdos muertos.
DUNIA
Sentí que te
deslizabas por la puerta hasta llegar al suelo y te alcancé para
que no te golpearas.
SANDRA
Tu espalda
se clavaba en la mía, me atravesaba. Yo sufría, yo gozaba.
DUNIA
Vos
llorabas, vos que nunca llorabas, con un llanto que no te conocía.
SANDRA
Vos llorabas
y tenían tus lágrimas el mismo dolor que recordaba siempre.
DUNIA
Te escuché
decir: al fin has vuelto.
SANDRA
Y te escuché
contestar: al fin he regresado.
Abril 2015